Volver

Línea del tiempo

El periodo precolombino
El periodo precolombino
Para las comunidades que habitaban América antes de los conquistadores y antes de que la ceiba llevara tal nombre, este árbol ya tenía para muchas de ellas un íntimo significado ritual, místico y ancestral.
×
El mundo colonial I
El mundo colonial I
Cuando los españoles desembarcaron en América quedaron impresionados por todo lo que observaron. Si bien traían del mundo hasta ahora conocido referentes botánicos, lo que encontraron en las Indias Occidentales los desbordó, y desde que llegaron desplegaron diferentes esfuerzos para comprender y dominar a la naturaleza americana, como se registra en las Crónicas de Indias.
×
En la crónica de Gonzalo Fernández de Oviedo (1535)
En la crónica de Gonzalo Fernández de Oviedo (1535)
Luego de hablar del espino, los pinos, nogales, las palmas, el roble, el therebintho, manglé, el caoban, entre otros, se adentra en el “árbol llamado çeyba, en especial; y otros árboles grandes”. Al presentar este árbol dice que nadie le creería su grandeza si no fuera por la presencia de los testigos. Su relato nos transporta, primero, a cercanías de Santa María la Antigua del Darién. Luego nos lleva a Cartagena, para narrar cómo antes de ser poblada por cristianos, con la ceiba se hacían canoas en las que podían ir "ciento y treinta hombres, son de una pieza y sólo un árbol, y a través del ancho de ella cabe muy holgadamente una pipa atravesada (…) Y algunas son tan anchas que tienen 10 o 12 palmos de bordo a bordo, y las traen y navegan con dos velas, que son de muy buenas telas de algodón; y estos tales navíos llaman piraguas".

×
En la crónica de Juan de Melgarejo (1582)
En la crónica de Juan de Melgarejo (1582)
Dice:

"En la ribera del río Toa hubo un árbol que llaman seyba en lengua de yndios, el qual es tan grande que la sombra que hace al medio día no hay ningun hombre que con una bola, como una naranja poco más, pueda pasarla de una parte á otra, y un brazo de ella atrabiesa todo el río de la otra parte que será el río tan ancho por allí con lo que está al pié del árbol apartado del río como ciento y veinte pasos; y hubo un carpintero llamado Pantaleón que hizo hazer y lo empezó en el gueco del árbol socabandole una capilla y poner altar en que se dijese misa; tendrá de ancho por el pie abajo, tanto en contorno que quince hombres no lo alcanzan á abarcar"

×
La ceiba de la libertad a principios del XIX
La ceiba de la libertad a principios del XIX
Después del ejemplo francés durante la revolución, la idea de sembrar árboles de la libertad se expande por diferentes territorios como símbolo de independencia y de afirmación republicana. En el continente americano la posibilidad de que tal árbol coincida con la ceiba ancestral es muy alta. De hecho, Antonio Nariño apropió este símbolo y lo trajo a La Nueva Granada; sembró un arrayán en la plaza mayor de Santafé y extendió esta práctica en la naciente república.
×
La ceiba de la libertad sobre la esclavitud
La ceiba de la libertad sobre la esclavitud
Se cuenta que la ceiba se sembró en Gigante (Huila) para conmemorar la promulgación de la ley de abolición de la esclavitud en Colombia el 21 de mayo de 1851, durante el gobierno de José Hilario López. Germán Arciniegas cuenta que:

"[Aquel día] José Hilario firmó la ley de abolición de la esclavitud. [Mientras que] Dorotea, su mujer, había pedido a Antonia [Montalvo], su amiga, que sembrara una ceiba en la mitad de la plaza (…) creció gozosa y anchurosa al aire libre." (Arciniegas 1981)

×
Siglo XX
Siglo XX
A lo largo del siglo XX la ceiba consolidó entonces ese triple carácter que la hace trascender de las comunidades precolombinas al mundo moderno, en sus usos prácticos, en su carácter simbólico y en su sentido ritual, hasta llegar a convertirse en muchas de las diversas naciones que componen Centro América y Sudamérica en Patrimonio. Convirtiéndose en un referente que aparece en la literatura, la pintura, la escultura y la música del continente.
×
La ceiba atemporal
La ceiba atemporal
La temporalidad de la ceiba es distinta a la humana. Mientras la vida humana pasa, la ceiba permanece. Su permanecer es cambiante porque el árbol se transforma, reverdece, se pela, se vuelve hojarasca, crece, vuelve a reverdecer y así sucesivamente durante los siglos. Por eso una ceiba nos recuerda lo breve que es el tiempo humano y pararse ante su inmensidad afirma su carácter de árbol sagrado y de árbol de América.
×